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miércoles, 2 de febrero de 2011

Psicología del Enfermo

La pieza es un Templo, el paciente una Víctima y desde luego la cama es el Altar del sacrificio.


Esta es la analogía que hacía San Camilo, al ver en el enfermo a Jesús.
Pero… ¿quién es el enfermo?, ¿es una entidad por sí misma?, ¿lo trato como UN ENFERMO, o sea, un ser para la enfermedad?...

¡NO!  El que está en la cama es una persona, como ustedes como yo, con su pasado, su entorno, su religiosidad, etc. Es una persona que está transitoriamente con una pérdida de su estado de salud, lo que denominamos enfermedad, es más, esa persona que está enfrente nuestro gracias al Sacrificio de Cristo en la Cruz, ya no es sólo una persona humana, sino que es humana y divina a la vez, y para nosotros los camilianos, es Jesús en el altar del sacrificio.
¿Y esta persona en que se diferencia a nosotros? Esta pregunta es fundamental hacérnosla cada vez que visitamos a un enfermo, ya que el mismo está viviendo una realidad diferente a la nuestra.
Mucho se habla de la empatía, pero… ¿podemos ser empáticos con el enfermo? ¿Cómo podemos ser empáticos con alguien que todo lo experimenta de manera diferente a los que están sanos?, el tiempo que pasa, las emociones, las visitas, el insomnio, etc.
En este estado de falta temporal de salud, la psiquis de la persona también se encuentra alterada y esto pasa sobre todo en los procesos crónicos, en ancianos, y pacientes terminales.
En la etapa aguda de la enfermedad al paciente le preocupan generalmente sólo los síntomas por los cuales está hospitalizado, pero a medida que la estadía en el hospital se prolonga, todo cambia…

            las expectativas de curación decaen, generando ansiedad,
            los familiares ya no lo visitan tan seguido, generando soledad,
            su cuerpo ya no es el mismo, generando despersonalización,
            para el creyente Dios lo abandonó, generando descreimiento,

de esta manera se empieza a configurar lo que en un principio denominamos     
EL ENFERMO, es en este punto en el cual el mismo empieza a girar en un espiral de sentimientos negativos, constituyendo cada vez más difícil su recuperación.
Lo que en un principio era una enfermedad somática, se transforma con el tiempo en una enfermedad psicosomática.
En este punto tenemos a una persona ansiosa, defraudada por la medicina, en soledad, abandonada por su Dios…
Esta persona se mira al espejo y ya no se reconoce a sí misma…
Esta nueva realidad por la cual atraviesa la persona, una realidad impuesta, no elegida, desencadena no pocas veces pscopatologías como depresión, angustia, etc.
Esta es la psicología con la cual nos encontramos.
Entonces: ¿podemos ser realmente empáticos?, si denominamos a la empatía como la capacidad de percibir el estado emocional de nuestro interlocutor.
¿Cómo podemos ser empáticos si no pasamos por lo mismo que pasó el otro?
Lo más cercano que podemos hacer es remitirnos a alguna experiencia parecida que nos pasó o que le haya pasado a otra persona y usar esto como parámetro.
¿Pero…? ¿Es éste un parámetro realista? Digo esto ya que cada uno experimenta cada acontecimiento de acuerdo a su propia historia, el acervo de conocimientos adquiridos, su propia madurez espiritual, etc.
La pérdida de la función de un órgano, la pérdida de un miembro, hasta la pérdida de un ser querido, son vividas de manera diferente en todas las personas, y lo que para uno es una calamidad, para otro es una oportunidad de crecimiento.
Por lo dicho anteriormente, nuestro parámetro de referencia que tomamos de una situación similar ya no es fidedigno, ya que, en procesos médicos similares se obtienen diferentes respuestas de parte de los pacientes.
¿Cómo sabe entonces el voluntario camiliano qué actitud adoptar en cada caso?
Entran en juego aquí las distintas capacidades que debe desarrollar todo voluntario, una de ellas es la ESCUCHA ACTIVA. A partir de ésta un acompañante debidamente entrenado deberá ir desglosando y descifrando el mensaje del enfermo, que él sea el protagonista, deberá ser capaz de dejarse guiar por el acompañado, que el enfermo sea su Pastor y el camiliano sea como una oveja.
Al igual que en el camino a Emaús (Lc.24, 13-35), todo voluntario tiene que imitar a Jesús, realizando una escucha activa para lograr que se vaya produciendo un acompañamiento efectivo, y de esa manera es muy probable que al enfermo que estamos acompañando se le “abran los ojos” como a los discípulos y puedan reconocer la realidad que están viviendo, aceptándola como tal.
Sólo con un acompañamiento efectivo, centrado en la persona del enfermo, sabremos a qué tipo de psicología nos enfrentamos, o sea, qué tipo de personalidad y cómo reaccionará a la enfermedad este paciente en particular.
Una vez que dilucidamos qué tipo de paciente tenemos a nuestro lado, recién en este momento podremos aplicar distintos métodos y usar diferentes herramientas para lograr un proceso curativo, o en su defecto lograr un proceso sanador, teniendo en cuenta que no sólo hay que curar el cuerpo, sino también el alma, consiguiendo de esta manera la sanación espiritual del individuo.
Nosotros, los camilianos, para lograr lo anteriormente dicho, tenemos como referente a San Camilo, el cual se ocupó del cuerpo y del alma del enfermo por igual, a imitación de Jesús el “Divino Médico”, el “Médico de Almas”.
El camiliano continúa haciendo lo que hizo Jesús, todo Camilo es un signo actual de Su presencia gloriosa.

“Según el don que Dios me ha dado, como arquitecto experto puse el cimiento, otro sigue construyendo. Que cada uno se fije como construye” (1°Co 3,10).
“La obra de cada uno se verá claramente en el día del juicio porque ese día vendrá con fuego, y el fuego probará la calidad de la obra de cada uno” (1°Co 3,13).

Para trabajar en forma individual
1)    ¿Soy capaz de ser empático?
2)    Nombre 5 diferentes tipos de respuesta a una misma situación.
3)    ¿En situaciones similares, tuvo diferentes respuestas? Ejemplos
4)    ¿Hacia qué tipo de pacientes se siente más atraído?
5)    ¿Hacia qué tipo de pacientes siente más rechazo?
6)    ¿Qué significa el enfermo para usted?