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miércoles, 31 de julio de 2013

1° Entrega mensual de la Vida y Obra de San Camilo, Patrono de los Enfermos y Trabajadores de la Salud

Presentación y Objetivos 

La vocación y el compromiso de ser miembro de la Familia Camiliana Laica (FCL) requiere una clara decisión por la formación permanente, cualquiera que sea la misión que desarrolla en su pastoral.
 Jesús es el maestro que formó personalmente a sus apóstoles y discípulos y nos enseña cómo hacerlo “vengan y vean” (Juan 1,39). “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14,6). Con él podemos desarrollar las potencialidades que hay en las personas y formar auténticos testigos de la misericordia, la ternura y el amor del Señor a los que sufren.
El itinerario formativo de la FCL hunde sus raíces en la persona de Jesús y en la espiritualidad de San Camilo y desde allí ayuda a sus miembros a encontrarse con el Cristo Misericordioso, reconocer, acoger, interiorizar la espiritualidad camiliana, vivirla y anunciarla a los enfermos.
La formación es un camino de maduración humana, espiritual, apostólica y misionera; y abarca diferentes dimensiones que deberán ser integradas a lo largo del proceso formativo (espiritual, intelectual, pastoral, psicológico, sociológico…) teniendo en cuenta las exigencias personales y los recursos existentes en cada zona de residencia.
Para concretar esta formación proponemos conocer lo más posible la Vida de San Camilo de Lellis.
Para que el estudio de los temas nos ayude a discernir y responder mejor a nuestra vocación, a seguir más de cerca al Señor, a ser más eficaces en la evangelización del mundo de la salud, y a profundizar en los objetivos y espiritualidad de la FCL, sugerimos que los temas enviados sean estudiados, reflexionados durante un período cuasi continuo antes de recibir el próximo material.
En cada encuentro de formación se nos pide abrirnos con confianza a nuestros compañeros en una actitud de fe y de corresponsabilidad.
El Señor y San Camilo estarán en medio de nosotros. Cuando mayor sea nuestra actitud de sencillez, de comunicación y preparación, tanto más podremos enriquecernos mutuamente.


3° Entrega mensual (segunda parte) Vida y Obra de San Camilo, Patrono de los Enfermos y Trabajadores de la Salud.

Herencia del Padre

Camilo, huérfano de madre, buscó apoyo instintivamente en el padre. Desaparecida la amorosa vigilancia de la madre, Camilo queda totalmente a merced de la influencia paterna en su primera adolescencia, tiempo de bruscas e inseguras transformaciones. Para entender la mentalidad tanto del padre como del hijo - hasta sus veinticinco años- creo,  que nos puede servir de mucho un célebre discurso llamado de las armas y las letras, pronunciado por e! ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha, que en aquella ocasión habló como cuerdo y no como loco, reflejando muy bien la escala de valores de los caballeros de su tiempo, entre los que hemos de incluir a Juan de Lellis, padre de Camilo. Veamos:

“ … hablo de las letras humanas, que es su fin poner en su punto la justicia distributiva y dar a cada uno lo que es suyo, y entender y hacer que las buenas leyes se guarden. Fin, por cierto, generoso y alto y digno de grande alabanza; pero no de tanta como merece aquel a que las armas atienden… porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de corsarios, y finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra y e! tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus privilegios y de sus fuerzas. y es razón averiguada que aquello que más cuesta se estima y debe estimar en más. Alcanzar alguno o ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre, desnudez, vahídos de cabeza, indigestiones de estómago y otras cosas a estas adherentes que, en parte, ya las tengo referidas; mas llegar uno por sus términos a ser buen soldado le cuesta todo lo que al estudiante, en tanto mayor grado, que no tiene comparación, porque a cada paso está a pique de perder la vida…”

Como ves, la cuestión que el ilustre hidalgo trata y resuelve es entre las armas y las letras. Fuera de ahí, es decir los restantes trabajos y ocupaciones, eran llamados en general trabajos serviles, propios de siervos, indignos e inaceptables para un caballero.


El primer intento de! padre para orientar la vida de Camilo fue el camino de las letras. Frecuentó la escuela de un preceptor durante algunos años; los resultados fueron muy escasos. Mientras otros compañeros y su mismo primo Onofre hacían grandes progresos, Camilo apenas dio los primeros pasos; el ejemplo y la vocación del padre nada le ayudaban por este camino. Padre e hijo entendieron que no había nacido para las letras.

Según e! célebre discurso antes citado, quedaba la otra opción, las armas, y este era el camino que en realidad ambos deseaban y veían luminoso y radiante. Esta era la herencia de! padre, la sed de gloria y aventura, el ansia de vivir corriendo el mundo, combatiendo al servicio de una noble causa; la sangre y la juventud lo arrastran. Camilo está seguro de que este es su camino, que lo librará de la vaciedad e inutilidad en que vive, que ya lo desazona, y le dará un ideal grande y hermoso, capaz de colmar toda su ilusión y toda su vida. Será todo un hombre que dará nuevo brillo a su ilustre apellido. Apoyado por su padre y sus viejos compañeros de armas, Camilo llegará muy lejos. Una gran carrera, noble y gloriosa, se abre ante él.

Padre e hijo - este con 18 años - y otros dos primos parten a la guerra contra el Turco en busca de gloria y aventuras. También es cierto que iban en busca de dinero, porque los blasones de su ilustre apellido estaban sin doblones, rozando la miseria. Así es la vida.

Llegados a Ancona, camino de Venecia, las dificultades se amontonan frente a sus radiantes proyectos. El padre, ya viejo, enferma de cuidado; no ha podido soportar el largo viaje a pie y mal alimentados. La fiebre lo consume, pero su lucidez mental le permite apreciar la situación: ante la realidad rinde sus ideales, ya no podrá enrolarse. Le sirve de consuelo el haber indicado a Camilo el camino de las armas, haberle transmitido el fuego de su ideal de vida, pero muchas cosas lo oprimen: está solo, viejo, pobre y enfermo, lejos de su casa… su único apoyo, Camilo, que no se aparta de su lado, también tiene fiebre y hambre. Los días de gloria, los grados y triunfos logrados, se han quedado atrás… lejos en el tiempo, de nada le sirven cuando más los necesitaría. ¿Los amigos…?  ¿dónde están los fieles camaradas de los días de triunfo?  Su pensamiento va ante todo a Camilo: su vida se apaga, se va a morir y lo deja solo en la vida, inexperto, enfermo y sin un doblón… sí, esto lo apesadumbra, haber malgastado su hacienda y dejar al hijo en el abandono…

Pero, ¿no habrá algún rayo de esperanza? Haciendo un gran esfuerzo de voluntad, emprenden el camino de vuelta a casa; el ansia de verse acogidos en el viejo hogar, entre aquellos queridos muros, les presta ánimos. Tras una jornada de fatigoso camino, brilla otra pequeña esperanza: en S. Elpidio a mare, un antiguo camarada de armas les brindará refugio y ayuda. Sí, llegan y son bien acogidos, pero el viejo guerrero rinde sus últimas fuerzas. Ya no podrá levantarse del lecho, y a los pocos días entrega su espíritu al Creador, abatido pero iluminado y confortado por la fe cristiana y los Sacramentos de la Iglesia. Camilo oyó en silencio sus últimas palabras:

“Camilo… perdóname por la herencia que te dejo… sólo la espada y el puñal… por la que malgasté y perdí…  perdóname por no haber escuchado a tu santa madre… reza por mí, Camilo … vuelve a la tumba de tu madre y cuéntale…



3° Entrega mensual (primera parte), Vida y Obra de San Camilo, Patrono de los Enfermos y Trabajadores de la Salud.

Herencia de la madre

Camilo creció con el aliento, el calor, la leche, la voz y la mirada de su madre; el molde que iba dando forma a su vida era Camila. Para ella la vida ahora consistía en dar vida y crecimiento al hijo bajo su entera protección y responsabilidad -el padre estaba lejos -. Quería ir gastando su  vida día a día, para que la vida del hijo se fuera desarrollando limpia y vigorosa, «que él crezca y yo mengüe» (Juan 3,30). No le entregaba solamente lo que llamamos la herencia natural y genética, sino que el necesario ambiente vital en que Camilo creció hasta sus trece años, fue Camila. La  madre plasmó al hijo: su carácter y sensibilidad, su actitud de acogida y entrega a todos, sobre todo a los pobres, su amor al silencio y a la interioridad, su oración constante, su búsqueda continua de lo grande, lo absoluto, lo que está más allá de lo sensible, su amor a lo eterno, lo firme, lo bello, lo bueno…. es decir Dios; todo esto Camila lo dejó muy adentro del alma de Camilo. Camila formó su cuerpo y formó su alma según su propio ser, como imagen de sí misma, mientras veló al tierno hijo de sus canas y «lo protegió bajo sus alas». Esto se verá luego en la parte principal de esta narración. La siembra silenciosa de la madre brotará un día con un vigor maravilloso y fecundo.

Sin embargo Camila murió a los trece años de la vida del hijo con una espina en el corazón. En los últimos años Camilo mostraba un carácter inquieto, díscolo y fuerte; eludía la tutela materna y sobresalía en las fechorías de la muchachada del lugar, sobre todo en el juego de naipes y dados. La madre se inquietaba, oraba con mayor intensidad, sufría y exhortaba con lágrimas al niño.

Camilo, hijo mío, ven aquí, -lo sentaba a sus pies y tomaba entre sus manos la cabeza; éste la miraba un momento con los ojos bien abiertos, pero enseguida movía la cabeza pensando en sus juegos y amigos-, mírame bien, Camilo, y escucha lo que te voy a decir, mira lo que me haces sufrir…  te voy a decir un secreto que nunca te he dicho, - el niño atendía otra vez - . Antes que tú nacieses, yo te vi en sueños… tú  ibas delante de un escuadrón de niños, y ¿sabes qué llevabais todos en el pecho? Pues una cruz, y tú además llevabas otra cruz en un estandarte que levantabas al frente de todos… - Camilo atendía como absorto-. Y ¿sabes qué puede significar este sueño de tu madre antes de traerte al mundo…? -la voz de la madre se quebraba, y seguía entre lágrimas y sollozos-  temo que sea un mal augurio… temo por ti, hijo mío, esa cruz puede ser… la cruz que llevan… los condenados por la justicia… cuando van al patíbulo… Camilo, si sigues así y no haces caso a las palabras de tu madre, el sueño será verdad, mira que a veces los sueños se cumplen… si sigues así, lo vas a cumplir… hijo mío, eso sería mi muerte… y la ruina de toda tu casa…

Pasados dos o tres días, Camilo era el mismo de antes, apenas recordaba las palabras y la mirada dulce y penetrante de la madre, que bajó a la tumba rogando por él y ofrendando a Dios su vida para que su hijo no se perdiera. Un hijo de tantas lágrimas, limosnas y oraciones… ¿podrá perderse, Señor…?

La muerte de la madre se grabó profundamente en el alma del muchacho. Lloró desconsolado al verse sin ella, - nunca lo había imaginado -, en su ser más íntimo se sintió perdido, solo, huérfano. Le dolió de veras no haber atendido a sus palabras…


4° Entrega mensual de la Vida y Obra de San Camilo, Patrono de los Enfermos y Trabajadores de la Salud


Camilo, por primera vez, solo en el mundo

La sed de gloria y aventura se despertó de nuevo y Camilo las buscó con toda su alma, con todas sus fuerzas conscientes y ocultas; la ocasión llegó pronto. Acudió a Roma para curarse y fue atendido en el hospital de Santiago de los Incurables, luego trabaja de enfermero auxiliar. Allí comienzan a llamarlo cabezota, cabeza dura, porque es incorregible en la pasión de los naipes y dados, juega lo poco que tiene, lo pierde todo, pero no deja… busca insaciable la fortuna… la gloria… Pronto es despedido por incorregible en el juego, inepto para enfermero.

Se enrola al servicio de Venecia y luego de España. Su vocación se cumple finalmente: recorre mares y tierras… asedios… batallas, discusiones con los compañeros de armas lleva a un duelo a muerte - del que sólo puede salvarlo y perdonarlo el que le venció -, tormentas en el mar con peligro inminente de vida que lo impresionan tremendamente… la peste, compañera constante de aquellos ejércitos, lo pone en una ocasión al borde mismo de la sepultura… No importa, todo lo olvida y sigue adelante.

Así es su vida durante cuatro años enteros. Busca las pasiones fuertes, quiere vivirlo todo y más, busca siempre y en todas partes la fortuna plena y radiante, la grandeza, la inmortalidad… y en esta búsqueda se lo juega todo, la vida en los mil peligros, y luego en las invernadas, cuando cesan las batallas y el ocio es habitual se juega a los dados todo lo ganado. Pierde siempre, pero no deja, juega de nuevo. En la cuarta invernada, cuando ya lo ha perdido todo, antes que darse por vencido, se juega lo que un soldado no puede perder: la espada, el arcabuz, la pólvora y e! manto militar. Pierde, lo echa todo cabizbajo sobre la mesa, y sale… vencido, inseguro, sombrío. Nápoles, otoño de 1574.
Ya Dios con su ternura lo elegía en su corazón para una misión donde la batalla sería siempre ganada, pues sus armas serían el corazón y la misericordia.

sábado, 9 de febrero de 2013

Reseña general de la vida de San Camilo

                                   Resumen biográfico del "Gigante de la Caridad"

Nació en Abruzos (Italia) en 1550. Siguió la carrera militar, igual que su padre. Le apareció una llaga en un pie, que lo hizo dejar la carrera de las armas e irse al Hospital de Santiago en Roma para que lo curaran. En el hospital de Roma se dedicó a ayudar y atender a otros enfermos, mientras buscaba su propia curación. Pero en esa época adquirió el vicio del juego . Fue expulsado del hospital y en Nápoles perdió todos los ahorros de su vida en el juego, quedando en la miseria.
 
Tiempo atrás, en un naufragio, había hecho a Dios la promesa de hacerse religioso franciscano, pero no lo había cumplido. Estando en la más completa pobreza se ofreció como obrero y mensajero en un convento de los Padres Capuchinos, donde escuchó una charla espiritual que el padre superior les hacía a los obreros, y sintió fuertemente la llamada de Dios a su conversión. Empezó a llorar y pidió perdón por sus pecados, con la firme resolución de cambiar su forma de actuar por completo. Tenía 25 años.
 
Pidió ser admitido como franciscano, pero en el convento se le abrió de nuevo la llaga en el pie, y fue despedido. Se fue al hospital y se curó, y logró que lo admitieran como aspirante a capuchino. Pero en el noviciado apareció de nuevo la llaga y tuvo que irse de allí también. De nuevo en el hospital de Santiago, se dedicó a atender a los demás enfermos, por lo que fue nombrado asistente general del hospital. Dirigido espiritualmente por San Felipe Neri, estudió teología y fue ordenado sacerdote. En 1575 se dio cuenta que ante la gran cantidad de peregrinos que llegaban a Roma, los hospitales eran incapaces de de atender bien a los enfermos que llegaban. Fue entonces que decidió fundar una comunidad de religiosos que se dedicaran por completo a los hospitales.
 
San Camilo trataba a cada enfermo como trataría a Nuestro Señor Jesucristo en persona. Aunque tuvo que soportar durante 36 años la llaga de su pié, nadie lo veía triste o malhumorado. Con sus mejores colaboradores fundó la Comunidad Siervos de los Enfermos el 8 de diciembre de 1591. Ahora se llaman Padres Camilos. Murió el 14 de julio de 1614, a los 64 años.

lunes, 28 de enero de 2013

2013 21° Jornada Mundial del Enfermo

TEXTO COMPLETO: Mensaje del Papa para la 21º Jornada Mundial del Enfermo

Queridos hermanos y hermanas
El 11 de febrero de 2013, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, en el Santuario mariano de Altötting, se celebrará solemnemente la XXI Jornada Mundial del Enfermo.
Esta Jornada representa para todos los enfermos, agentes sanitarios, fieles cristianos y para todas la personas de buena voluntad, «un momento fuerte de oración, participación y ofrecimiento del sufrimiento para el bien de la Iglesia, así como de invitación a todos para que reconozcan en el rostro del hermano enfermo el santo rostro de Cristo que, sufriendo, muriendo y resucitando, realizó la salvación de la humanidad» (Juan Pablo II, Carta por la que se instituía la Jornada Mundial del Enfermo, 13 mayo 1992, 3).
En esta ocasión, me siento especialmente cercano a cada uno de vosotros, queridos enfermos, que, en los centros de salud y de asistencia, o también en casa, vivís un difícil momento de prueba a causa de la enfermedad y el sufrimiento. Que lleguen a todos las palabras llenas de aliento pronunciadas por los Padres del Concilio Ecuménico Vaticano II: «No estáis… ni abandonados ni inútiles; sois los llamados por Cristo, su viva y transparente imagen» (Mensaje a los enfermos, a todos los que sufren).
2. Para acompañaros en la peregrinación espiritual que desde Lourdes, lugar y símbolo de esperanza y gracia, nos conduce hacia el Santuario de Altötting, quisiera proponer a vuestra consideración la figura emblemática del Buen Samaritano (cf. Lc 10,25-37). La parábola evangélica narrada por San Lucas forma parte de una serie de imágenes y narraciones extraídas de la vida cotidiana, con las que Jesús nos enseña el amor profundo de Dios por todo ser humano, especialmente cuando experimenta la enfermedad y el dolor.
Pero además, con las palabras finales de la parábola del Buen Samaritano, «Anda y haz tú lo mismo» (Lc 10,37), el Señor nos señala cuál es la actitud que todo discípulo suyo ha de tener hacia los demás, especialmente hacia los que están necesitados de atención. Se trata por tanto de extraer del amor infinito de Dios, a través de una intensa relación con él en la oración, la fuerza para vivir cada día como el Buen Samaritano, con una atención concreta hacia quien está herido en el cuerpo y el espíritu, hacia quien pide ayuda, aunque sea un desconocido y no tenga recursos.
Esto no sólo vale para los agentes pastorales y sanitarios, sino para todos, también para el mismo enfermo, que puede vivir su propia condición en una perspectiva de fe: «Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito» (Enc. Spe salvi, 37).
3. Varios Padres de la Iglesia han visto en la figura del Buen Samaritano al mismo Jesús, y en el hombre caído en manos de los ladrones a Adán, a la humanidad perdida y herida por el propio pecado (cf. Orígenes, Homilía sobre el Evangelio de Lucas XXXIV, 1-9; Ambrosio, Comentario al Evangelio de san Lucas, 71-84; Agustín, Sermón 171).
Jesús es el Hijo de Dios, que hace presente el amor del Padre, amor fiel, eterno, sin barreras ni límites. Pero Jesús es también aquel que «se despoja» de su «vestidura divina», que se rebaja de su «condición» divina, para asumir la forma humana (Flp 2,6-8) y acercarse al dolor del hombre, hasta bajar a los infiernos, como recitamos en el Credo, y llevar esperanza y luz. Él no retiene con avidez el ser igual a Dios (cf. Flp 6,6), sino que se inclina, lleno de misericordia, sobre el abismo del sufrimiento humano, para derramar el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.
4. El Año de la Fe que estamos viviendo constituye una ocasión propicia para intensificar la diaconía de la caridad en nuestras comunidades eclesiales, para ser cada uno buen samaritano del otro, del que está a nuestro lado. En este sentido, y para que nos sirvan de ejemplo y de estímulo, quisiera llamar la atención sobre algunas de las muchas figuras que en la historia de la Iglesia han ayudado a las personas enfermas a valorar el sufrimiento desde el punto de vista humano y espiritual.
Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, «experta en la scientia amoris» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo Millennio ineunte, 42), supo vivir «en profunda unión a la Pasión de Jesús» la enfermedad que «la llevaría a la muerte en medio de grandes sufrimientos» (Audiencia general, 6 abril 2011). El venerable Luigi Novarese, del que muchos conservan todavía hoy un vivo recuerdo, advirtió de manera particular en el ejercicio de su ministerio la importancia de la oración por y con los enfermos y los que sufren, a los que acompañaba con frecuencia a los santuarios marianos, de modo especial a la gruta de Lourdes.
Movido por la caridad hacia el prójimo, Raúl Follereau dedicó su vida al cuidado de las personas afectadas por el morbo de Hansen, hasta en los lugares más remotos del planeta, promoviendo entre otras cosas la Jornada Mundial contra la lepra. La Beata Teresa de Calcuta comenzaba siempre el día encontrando a Jesús en la Eucaristía, saliendo después por las calles con el Rosario en la mano para encontrar y servir al Señor presente en los que sufren, especialmente en los que «no son queridos, ni amados, ni atendidos».
También Santa Ana Schäffer de Mindelstetten supo unir de modo ejemplar sus propios sufrimientos a los de Cristo: «La habitación de la enferma se transformó en una celda conventual, y el sufrimiento en servicio misionero… Fortificada por la comunión cotidiana se convirtió en una intercesora infatigable en la oración, y un espejo del amor de Dios para muchas personas en búsqueda de consejo» (Homilía para la canonización, 21 octubre 2012).
En el Evangelio destaca la figura de la Bienaventurada Virgen María, que siguió al Hijo sufriente hasta el supremo sacrifico en el Gólgota. No perdió nunca la esperanza en la victoria de Dios sobre el mal, el dolor y la muerte, y supo acoger con el mismo abrazo de fe y amor al Hijo de Dios nacido en la gruta de Belén y muerto en la cruz. Su firme confianza en la potencia divina se vio iluminada por la resurrección de Cristo, que ofrece esperanza a quien se encuentra en el sufrimiento y renueva la certeza de la cercanía y el consuelo del Señor.
5. Quisiera por último dirigir una palabra de profundo reconocimiento y de ánimo a las instituciones sanitarias católicas y a la misma sociedad civil, a las diócesis, las comunidades cristianas, las asociaciones de agentes sanitarios y de voluntarios. Que en todos crezca la conciencia de que «en la aceptación amorosa y generosa de toda vida humana, sobre todo si es débil o enferma, la Iglesia vive hoy un momento fundamental de su misión» (Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Christifideles laici, 38).
Confío esta XXI Jornada Mundial del Enfermo a la intercesión de la Santísima Virgen María de las Gracias, venerada en Altötting, para que acompañe siempre a la humanidad que sufre, en búsqueda de alivio y de firme esperanza, que ayude a todos los que participan en el apostolado de la misericordia a ser buenos samaritanos para sus hermanos y hermanas que padecen la enfermedad y el sufrimiento, a la vez que imparto de todo corazón la Bendición Apostólica.
Vaticano, 2 de enero de 2013