Camilo, por primera vez, solo en el mundo
Se enrola al servicio de Venecia y luego de España. Su vocación se cumple finalmente: recorre mares y tierras… asedios… batallas, discusiones con los compañeros de armas lleva a un duelo a muerte - del que sólo puede salvarlo y perdonarlo el que le venció -, tormentas en el mar con peligro inminente de vida que lo impresionan tremendamente… la peste, compañera constante de aquellos ejércitos, lo pone en una ocasión al borde mismo de la sepultura… No importa, todo lo olvida y sigue adelante.
Así es su vida durante cuatro años enteros. Busca las pasiones fuertes, quiere vivirlo todo y más, busca siempre y en todas partes la fortuna plena y radiante, la grandeza, la inmortalidad… y en esta búsqueda se lo juega todo, la vida en los mil peligros, y luego en las invernadas, cuando cesan las batallas y el ocio es habitual se juega a los dados todo lo ganado. Pierde siempre, pero no deja, juega de nuevo. En la cuarta invernada, cuando ya lo ha perdido todo, antes que darse por vencido, se juega lo que un soldado no puede perder: la espada, el arcabuz, la pólvora y e! manto militar. Pierde, lo echa todo cabizbajo sobre la mesa, y sale… vencido, inseguro, sombrío. Nápoles, otoño de 1574.
Ya Dios con su ternura lo elegía en su corazón para una misión donde la batalla sería siempre ganada, pues sus armas serían el corazón y la misericordia.